Káos

El Bosco y sus delicias

El Bosco y sus delicias

Julio 05, 2022 / Por Antonio Bello Quiroz

Allí donde estaba el jardín, la mirada sólo ve el vacío.

Yo que antaño contemplé esa belleza,

Ya no puedo contener mis lágrimas.

Spenser

Para mi muy querida amiga Marcela Martinelli

 

Hironymus Van Haken, El Bosco, realiza entre 1490 y 1510 su obra El jardín de las delicias, un tríptico sobre madera que bien podríamos pensar como precursora del mundo onírico que el psicoanálisis vendría a revelar. Alucinante, aterrador y fascinante, así es la visión de la creación y el porvenir según El Bosco y que en la obra se muestra en tres partes: al centro se encuentra justo El jardín de las delicias terrenales, mientras que a los costados tenemos El jardín del Edén y El infierno. Se trata de una obra perfomativa, dado que, siendo un tríptico en madera de roble y abisagrado, al cerrase los laterales se revela otra obra: el tercer día de la creación. El tríptico, abierto, deslumbra por lo intenso y penetrantede de sus colores, mientras que cerrado, con el tercer día de la creación, se muestra con tonos oscuros.

Es difícil leer la obra, dado que El Bosco no sigue las reglas de la pintura renacentista. Aunque es contemporáneo de Leonardo Da Vinci o Rafael, su obra es de otra manufactura, más onírica, una creación muy libre. En la parte central, la que da nombre al conjunto: el jardín de las delicias, hay una multiplicidad de figuras humanas desnudas entregadas a las delicias del placer, así como animales, peces y aves. Fundamentalmente, se muestran decomunales pájaros con marcadas connotaciones sexuales. En el jardín de las delicias todos los cuerpos van desnudos, blancos y negros. En el lateral derecho de la obra, el infierno, hay una serie de instrumentos musicales, por lo que también le llaman el infierno musical. Los instrumentos serán utilizados para torturar a los pecadores que pierden su tiempo en la música profana. Evidentemente, en el centro de este apartado está el demonio y los pecados capitales. Las tres partes del tríptico están alineados por el pecado, que es la constante.

Jacques Lacan, psicoanalista francés escribe en Sobre la agresividad en psicoanálisis, con respecto a Jeronimo El Bosco:

“Hay que hojear un álbum que reproduzca el conjunto y los detalles de la obra de Jerónimo Bosco para reconocer en ellos el atlas de todas esas imágenes agresivas que atormentan a los hombres. La prevalencia entre ellas, descubierta por el análisis, de las imágenes de una autoscopia primitiva de los órganos orales y derivados de la cloaca ha engendrado aquí las formas de los demonios. Hasta la misma ojiva de las angustias del nacimiento se encuentra en la puerta de los abismos hacia los que empujan a los condenados, y hasta la estructura narcisista puede evocarse en esas esferas de vidrio en las que están cautivos los copartícipes agotados del jardín de las delicias”.

Salvador Dalí menciona en algún momento que El Bosco fue el primer pintor surrealista. Desde luego, esta exagerada afirmación es motivada por las imágenes que nuestro pintor plasma con humor y señalando la estupidez humana en las composiciones más bizarras. Se pueden apreciar estas imágenes fundamentalmente en cada fragmento del lateral llamado “El infierno”, donde los cuerpos humanos ya no están completos sino son mitad humano mitad animal, rostros con cuerpo de árbol, en fin, alebrijes. Son cuerpos mutilados, atravesados, pies separados del cuerpo, en fin, cuerpos de pesadilla, cuerpos grotescos. Representa símbolos fálicos en los peces, hay también monjas con cuerpo de cerdo. Sin duda se trata de un artista que le dio un lugar preponderante a la locura y plasma cómo se pensaba que se curaba: extrayendo la piedra de los tontos. Se trata de un pintor que muestra, como en un espejo, la locura, la estulticia de todos. Como sabemos, en los tiempos de El Bosco, la pintura muestra la locura, se le elogia como lo hace Erasmo, y El Bosco mismo la retrata en La nave de los locos.

Se trata de un artista obsesionado con el demonio, con el pecado, con el infierno. Los siete pecados capitales es una obra donde el ojo de Dios, desde el centro, observa todo, y en el círculo externo muestra a los siete pecados capitales. Y hay en las esquinas de esta obra cuatro círculos que muestran las postrimerías del pecador: muerte, juicio, gloria y el infierno.

El Bosco, en su obra toda pero fundamentalmente en El jardín de las delicias, retrata la mente medieval con su iconografía de monstruos fantásticos y seres inimaginables e informes, nos muestra sus demonios terroríficos y humoristas. Imágenes sobrepuestas donde los objetos más cotidianos se muestran como verdadera amenaza o instrumentos de tortura: un cuchillo que atraviesa, una lámpara que se convierte en horno humano, un arpa que de instrumento musical pasa a ser de tortura. Las criaturas grotescas, terribles híbridos de hombre y bestia: hombres pez, hombre-pájaro, monja-cerdo, como salidos de una alucinación. De hecho se ha cuestionado insistentemente si estas obras no salieron de la mente del pintor bajo los influjos de alguna droga. Más allá de esta discusión, podríamos pensar que la droga es justamente el tormentoso mundo interior.

Quisiera detenerme en esa figura excremencial, escatológica, que aparece y atrapa en el lateral que corresponde a El infierno. El hombre pájaro que se traga a los condenados sólo para excretarlos en un agujero. El cuerpo humano representado como un tubo, un orificio de entrada y un agujero de salida, la “boca posterior”. Una partitura escrita en el trasero de un personaje, como si este extraño personaje “hablara con su trasero” como dice Lacan en el seminario 8. El fragmento nos coloca, como una muestra, en el centro de los enigmas bosquianos: ¿por qué al ser tragado por el pájaro del ano del hombre salen cuatro pájaros?, ¿qué significa el caldero que lleva la criatura pájaro en la cabeza?, ¿qué significa que el hombre abajo esté defecando monedas?, ¿pmo con que pinta El Bosco, enigmas que nunca podrán ser revelados por los múltiples estudiosos del artista.

Una de las imágenes más grotescas que se pueden leer en la obra de Freud es la de las ratas entrando por el ano de El hombre de las ratas. En la obra de El Bosco, sin embargo, abundan las imágenes de penetración, aunque con diferencias: en El Paraíso son delicadas, con flores, no así en el infierno donde las penetraciones son más bien tortuosas, con enormes objetos como troncos, instrumentos musicales o flechas. Si avanzamos una atrevida lectura podemos mencionar que lo que El Bosco muestra en su obra es una serie de delirios de fragmentación del cuerpo. Una serie de imágenes donde podemos ver el sadismo, como ocurre en Cristo con la cruz, donde la terca turba humana muestra sus rostros de sadismo, saborean el momento donde Jesús morirá de manera terrible. Cristo, con los ojos cerrados, escapa al caos humano, se refugia en su parte divina.

La vida de Jheronimus van Aken, llamado Jheronimus Bosch o el Bosco, también está marcada por sus enigmas. Se conoce muy poco de él con certeza. Nacido cerca de 1425 o 1430, muere en agosto de 1516. Se trata de un hombre religioso que será un galimatías por su vida y por su obra, que bien puede ser involuntaria precursora de la disciplina inventada por Sigmund Freud.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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