Káos

El eterno amor

El eterno amor

Abril 05, 2022 / Por Antonio Bello Quiroz

El amor es un don sin piedad porque nada nos consuela de su pérdida. El

amor se vincula a lo perdido: por eso toda pérdida lo verifica… es el más

intenso de los dolores, nunca tiene fin

Pascal Quignard

Para Diana, en su cumpleaños

 

El erudito escritor francés Pascal Quignard señala, en su Vida secreta. Último reino VIII, que “La pasión es el apego involuntario e irresistible por la proximidad de un cuerpo distinto al propio”. El amor ha sido visto como una forma de enfermedad; el amor es una enardecida expresión de la pasión. Enfermedad es una de las acepciones del latín passio, pasión que es padecer y también impaciencia. Una de las varias ocasiones en que el psicoanalista francés Jacques Lacan aborda la cuestión de “las pasiones del ser”, es en su Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ahí, para mostrar las pasiones de amor y odio, recurre al ejemplo que encontró en las Confesiones de San Agustín, quien relata la historia de un niño que miraba a su hermanito prendido al seno de su madre. Al ver el aparente estado de felicidad y satisfacción del otro niño, el rostro del primero se torna lívido, su mirada se enciende de odio. Ahí, concluye San Agustín: “ésta es la imagen de los celos y la envidia”, es decir, la idea de que el hermanito posea el objeto de la verdadera satisfacción, el objeto amado y perdido.

¿Qué se desea en quien se desea al amar? Un componente esencial en la constitución del deseo para el sujeto es la imagen que otro le da de lo que sería poseer el objeto verdadero, el cual Lacan llama el objeto a. De esta forma, el deseo se constituye a partir de la imagen de otro que parece poseer el objeto verdadero, el objeto de goce pleno, el misterioso objeto a, el objeto que falta. Esta es una de las acepciones en que se puede leer la afirmación de Lacan de que “el deseo es deseo del Otro”.

Afectos tan insidiosos como la envidia están determinados por dos condiciones: primero, porque anuncian la presencia de ese objeto a, es decir, lo que hay que no se tiene (el seno, la madre), y en segundo lugar, porque la no-posesión de ese objeto es la causa del deseo. Así, dice Quignard, “La persona más cercana en el amor no es cercana. Es la más lejana”. Es en esa lejanía, en la no-posesión, donde se desata la pasión de proximidad. Es ahí, en la representación de lo ideal perdido de origen, justamente donde se desencadena la pasión en la vida amorosa.

Hay una manifestación clínica donde podemos observar esta expresión en toda su intensidad: se trata de la erotomanía. Quien la vive está convencido de que, entre la imagen a la que se entrega y el sujeto que la padece, existe una correspondencia absoluta tal que se reconoce su propio ser en esa imagen ideal y ya no puede soltarla. Le habla con complicidad, con familiaridad, como si se tratase de la verdad de sí misma. Lo que encuentra en la imagen, en el ideal, es su propio ser. Quien transita por esa forma de pasión amorosa llamada erotomanía (manía de amor) puede pasar del acoso amoroso a la amenaza y delirio persecutorio e incluso a la muerte. Esto es la imagen más viva de la pasión vinculada al amor, el amor y la locura o, mejor aún, la locura del amor.

Sabemos que las pasiones del ser para Lacan son tres: amor, odio e ignorancia. El amor es definido por el psicoanalista francés como imposibilidad, según la fórmula: “dar lo que no se tiene a quien no es”. Los amantes pueden prometerse hacerse Uno, sin embargo lo que se pone de manifiesto en cada vínculo amoroso es la imposibilidad, se impone la presencia de una no-comunidad de goces. Al respecto de la vivencia de esta imposibilidad de complementariedad entre los sexos, Lacan dice que mientras las mujeres tejen, hace trenzas, el hombre hace círculos, es decir, se muerde la cola y no sabe nada del goce femenino. Lo puede suponer, sospechar, pero no lo alcanza. El hombre no se resigna a no recubrir el goce femenino: para el hombre, el macho, nada adquiere categoría de imposible, lo que no puede hacer simplemente lo deja y con ello se preserva de la falla. No arriesga, teme perder lo que “tiene” y con lo que cree gozar. Del lado de las mujeres, en cambio, se padece por no saber cuál es su lugar en el goce.

De esta manera podemos ver dos posiciones en la constitución y manifestación del vínculo amoroso, dos medio decires que presentan y viven el amor que se les presenta como eterno, por irrealizable no dejar de intentarse, hacerse, inscribirse, Lacan lo enseña en ese famoso aforismo sobre que no hay relación-proporción sexual, es por ello, y justo por ello, que el amor es lo que no cesa de no inscribirse. En su Seminario 20 Aún, Lacan dirá: “…definí la relación sexual como aquello que no cesa de no escribirse. Hay allí imposibilidad. Es, asimismo, que nada puede decirlo: no hay, en el decir, existencia de la relación sexual”.

Si afinamos la expresión podemos decir que se trata, por un lado, de la imposibilidad escribir la relación entre hombre y mujer, entre los sexos. “No hay relación sexual”, es una afirmación estructural que nada tiene que ver con los periodos de abstinencia del acto sexual, sino más bien con la imposibilidad de la complementariedad entre sujeto y objeto, entre el amante y el amado. Pero la imposibilidad tiene otro luminoso rostro, el amor se trata de lo que no puede cesar de inscribirse; si no cesa es justamente porque su tarea es imposible.

Pero hay otros dos elementos lógicos en el vínculo amoroso que se articulan con “lo imposible”, por un lado, su carácter de contingente: “Pues no hay allí más que encuentro, encuentro en la pareja, de los síntomas, de los afectos, de todo cuanto en cada quien marca la huella de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual.” El encuentro se produce de manera contingente (e inconsciente) y se manifiesta como una ilusión de encuentro que —y este es el segundo elemento— devendrá desencuentro sólo para formular un nuevo encuentro marcado por otra ilusión, ¿pero de qué, ahora?: “…ilusión de que algo no sólo se articula sino que se inscribe, se inscribe en el destino de cada uno, por lo cual, durante un tiempo, tiempo de suspensión, lo que sería la relación sexual encuentra en el ser que habla su huella y su vía de espejismo”.

En el encuentro amoroso se presenta un efecto de suspensión de la imposibilidad, el amor suple momentáneamente la ausencia de relación sexual, encuentro dichoso donde momentáneamente se supera lo que no cesa de no escribirse, donde hay posibilidad de realizar la proporción sexual, de inscribirla, de acceder a lo imposible, aunque sea sólo al nivel de la ilusión.

En el encuentro amoroso, “el objeto es elevado a la dignidad de la Cosa”, como señala Lacan. El amor se revela como la vía por la que el deseo puede acceder al goce. La suspensión se efectúa en tanto que se ha logrado un significante que detiene el deslizamiento de significado, un trazo, una imagen, un nombre, que ocupa el vacío que de otra manera se muestra como insoportable. El amor suple la relación sexual que no hay, como enseña Lacan.

Pero si bien este encuentro, en la dimensión del registro imaginario, suspende momentáneamente el vacío y el dolor del ser, no resulta suficiente. Es por tanto necesario avanzar hacia la dimensión simbólica que supone la instalación del amor en el sujeto. Lacan lo sanciona así: “El desplazamiento de la negación, del cesa de no escribirse al no cesa de escribirse, de contingencia a necesidad, éste es el punto de suspensión del que se ata todo amor […] Todo amor, por no subsistir sino con el cesa de no escribirse, tiende a desplazar la negación al no cesa de escribirse, no cesa, no cesará.”

Después de lo dicho, más allá de los vaivenes, de los encuentros y desencuentros, podemos formular que el amor es eterno mientras dura, mientras no cesa.

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
En pocas palabras

Mayo 17, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Adiós a un poeta que cuenta historias

Mayo 14, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Diarrea emocional

Mayo 14, 2024 / Por Damián Cruz González

En pocas palabras

Mayo 10, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Konrad o la madre que abrió la lata

Mayo 10, 2024 / Por Maritza Flores Hernández

Con las valijas a cuestas

Mayo 07, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

En pocas palabras

Mayo 03, 2024 / Por Márcia Batista Ramos