Tinta insomne
Octubre 01, 2021 / Por Fabiola Morales Gasca
Los primeros libros son importantes referentes que señalan nuestros gustos. Nos abren mundos inéditos y posibilidades ilimitadas. Los primeros libros que leí fueron los de casa. Aunque pocos, fueron potentes y me hicieron pensar en la posibilidad de que afuera había cosas por experimentar y descubrir. Giovanni Papini fue uno de mis autores iniciales. En casa teníamos a Gog y San Agustín, diablo y santo unidos por este autor. Goggins es un millonario de origen norteamericano; abrevia su nombre a Gog, referencia bíblica del rey de Magog.
Excéntrico, egoísta, ávido de conocimiento y cultura, Gog indaga, pregunta y se relaciona con personajes importantes de su época. Catedráticos, músicos, escritores y celebridades como Ford, Einstein o Edison son blanco de preguntas y disertaciones. Gog me atrapó cuando tenía diez u once años, tal vez porque cada niño está a la espera de descubrir el mundo y siempre hace preguntas incómodas o extrañas en espera de llenar su cabeza virgen.
Confieso que es una novela extraña cuya originalidad narrativa enfrenta al mundo de forma cínica y cruel. Filosofía, arte y ciencia son pretextos para preguntar el sentido del hombre:
—Un solo pensamiento me entristece —decía el duque, acompañándome a la antecámara—. Soy el último de la familia; ¿quién pensará en colocarme en medio de mis muertos? ¿Qué fin tendrán después de mi desaparición estos simulacros venerables de una de las más antiguas estirpes de Castilla? ¿Los dejarán, solos para siempre, en este palacio? ¿O tal vez una revolución de la canalla plebeya o una invasión de bárbaros arrojará a la inmundicia esta asamblea de seres nobles que figuraron, durante cinco siglos, entre los dueños de la Tierra? (p. 396)
Las respuestas no siempre están a la mano. Gog descubre un mundo peligroso. En cada capítulo hallamos un Dios muerto, individuos insatisfechos y una civilización corrompida sin deseos de volver al humanismo. Giovanni Papini otorga al lector preguntas incómodas, planteamientos ingenuos, por ejemplo en el capítulo de “Las obras maestras de la Literatura”:
Tenía necesidad, para ciertos propósitos míos, de conocer lo que los profesores de los colleges llaman las “obras maestras de la literatura”. Di a un laureado bibliotecario, que me aseguraron que era un conocedor perfecto de ellas, la orden de prepararme una lista, lo más restringida posible, de obras, y de procurármelas en las mejores condiciones. Apenas me hallé en posesión de estos tesoros, no permití la entrada a nadie, y ya no me levanté de la cama. Las primeras se me antojaron malas y me pareció increíble que tales humbugs fuesen verdaderamente los productos de primera calidad del espíritu humano. Aquello que no comprendía me parecía inútil; lo que comprendía no me gustaba o me ofendía. Género absurdo, aburrido; tal vez insignificante o nauseabundo. Relatos que si eran verdaderos me parecían inverosímiles, y si inventados, insulsos. (p. 21)
Todo estos enfoques de Gog, en apariencia inocentes, nos permiten abordar de otras formas lo tradicional. Su percepción nos desmonta en segundos la Literatura Universal:
un diablo cojo que levanta los tejados de todas las casas para exhibir sus vergüenzas; las aventuras de un hombre de mediana estatura que hace el gigante entre los pigmeos y el enano entre los gigantes, siempre de un modo inoportuno y ridículo; la odisea de un idiota que a través de una serie de bufas desventuras sostiene que este mundo es el mejor de los mundos posibles; las peripecias de un profesor demoníaco servido por un demonio profesional; la aburrida historia de una adúltera provinciana que se fastidia y, al fin, se envenena; las salidas locuaces e incomprensibles de un profeta acompañado de un águila y de una serpiente; un joven pobre y febril que asesina a una vieja, y luego, imbécil, no sabe siquiera aprovecharse de la coartada y acaba cayendo en manos de la Policía. Me pareció comprender, con mi cabeza virgen, que esa literatura tan alabada se hallaba apenas en la edad de la piedra, lo que me dejó desesperadamente desilusionado. Escribí a un especialista en poesía, el cual intentó confundirme diciéndome que aquellas obras valían por el estilo, la forma, el lenguaje, las imágenes y los pensamientos y que un espíritu educado podía experimentar con ellas grandísimas satisfacciones. Le contestó que, por mi parte, obligado a leer casi todos aquellos libros en traducciones, la forma importaba poco, y que el contenido me parecía, como es, anticuado, insensato, estúpido y extravagante. (p. 22-23)
Gog es la mirada del hombre primitivo ante el hombre moderno tras las guerras mundiales y los grandes descubrimientos. Es el hombre mirando una nueva etapa en la humanidad ya desprovista de toda sacralidad. Gog es el individuo del siglo XX que se pregunta hasta dónde llegará la genialidad, locura y estupidez humana. Es una inspección cruel de decepción. Gog fue la ventana de una niña que se preguntaba cómo era el mundo que habitaba. En definitiva no es un libro para niños, pero su historia nos mueve a preguntar y a replantearnos la existencia, la sociedad y la idea de progreso que se creía solida en los albores del siglo pasado. De este libro aprendí también que, sin importar qué tan millonario seas, la curiosidad tiene recompensa, puesto que “más vale pregunta tonta que un tonto que no pregunta”. Aunque muchas cosas no entendí en esa primera, infantil y cándida lectura, hoy a más de treinta años no dejo de asombrarme y reírme de la habilidad del escritor y filósofo italiano para desgranar la existencia y develar el mundo moderno. Leer a Gog, de Giovanni Papini, es aprender a ver el mundo de formas simples, raras. Hay un sutil recordatorio de que la curiosidad y las preguntas nos hacen crecer.
Fabiola Morales Gasca Licenciada en Informática por el Instituto Tecnológico de Puebla. Egresada de talleres literarios en la Casa del Escritor y la Escuela de Escritores. Terminó el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM-IMACP de Puebla. Maestra en Literatura Aplicada por la Universidad Iberoamericana. Autora de los poemarios “Para tardes de Lluvia y de Nostalgia” 2014 y “Crónicas sobre Mar, Tierra y Aire” 2016 Editorial BUAP. Libros infantiles “Frasquito de cuentos” y “Confeti” 2017, BUAP y Libro de minificciones “El mar a través del caracol” Editorial El puente 2017. El niño que le encantaban los colores y no le gustaban las letras 2018. Luciérnagas 2020. Participante de varias antologías en España, Paraguay, Chile, Colombia y México. Lectora voraz y escritora incansable.
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