Ubú
Enero 13, 2023 / Por Ismael Ledesma Mateos
En estos días se ha desatado una controversia en torno a la iniciativa de ley realizada por el presidente Andrés Manuel López Obrador respecto de ciencia, tecnología, innovación y humanidades. Numerosos investigadores se han manifestado en contra en una actitud contestataria a cualquier iniciativa gubernamental, Es lamentable la actitud de los científicos que revelan una falta de conciencia social, donde solo buscan mantener privilegios y mantenerse en una posición de clase pequeñoburguesa y reaccionaria. Eso lo conozco desde que era estudiante, pero ahora se ha agudizado de manera brutal.
En una nota aparecida en el diario Reforma el 11 de enero de este año, se dice que dos mil científicos llaman a frenar la nueva Ley de Ciencia por considerarla “antidemocrática y excluyente” y sostienen que se trata de una propuesta que restringe la libertad académica de las investigadoras e investigadores, que impone una estructura jerárquica y burocrática que relega la opinión de científicos, cuerpos colegiados, universidades y asociaciones académicas. Afirman que “No respeta el pacto federal y elimina el compromiso del Estado mexicano de un presupuesto estable para la investigación, todo lo cual implica un retroceso en los avances logrados en los últimos 50 años”.
Desde mi juventud, yo no he visto que el apoyo a la investigación científica y tecnológica haya sido mayor, salvo en algunas gestiones, como la inicial de Gerardo Bueno Zirión, la de Edmundo Flores, o la de Manuel V. Ortega. En mi opinión, todas las demás han sido mediocres y mucho peor en los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto. El problema es que los científicos se condicionaron a comportarse como cortesanos, esperando recibir migajas con las que poco contribuyen al avance del conocimiento. Cuando era estudiante de maestría en bioquímica en el CINVESTAV, el CONACyT me negó la beca, pero afortunadamente me la dio la SEP; y cuando era director de la Escuela de Biología de la UAP, jamás recibí algún apoyo de esa dependencia. Sí tuve beca para mi posdoctorado en París y apoyo para un proyecto posteriormente, pero es lo único que le tendría que agradecer; y tengo mi membresía en el SNI, que originalmente no era del CONACyT.
Cuando en su documento los firmantes hablan de una estructura burocrática, me muero de la risa, pues siempre lo ha sido. Lo que impera es una visión distorsionada de la ciencia, la tecnología y la innovación. Basta ver los planes y programas de estudio de la mayoría de los posgrados para darse cuenta de la visión acrítica de la realidad. Ahora veo como se quejan de la directora del CONACyT y del gobierno federal, cuando toda la vida, en otros gobiernos también se quejaban. En pocos gobiernos la ciencia ha sido una prioridad, y creo que para el actual sí lo es. Una muestra es el veto a los transgénicos o la fabricación de la vacuna “Patria”, que tanta polémica han causado.
Un presidente formado en el conocimiento de la historia no puede despreciar la ciencia ni su importancia estratégica, por eso nombro a una gran científica que es María Elena Álvarez-Buylla Roces, con una trayectoria académica impactante. Pero en el ámbito científico, los celos y las envidias son impresionantes —como en el mundo artístico— y eso también debe considerarse en el panorama actual, donde lo que parece imperante es el odio.
En la historia de la ciencia los prejuicios ideológicos siempre deben ser considerados, aquí en México y en todo el mundo. En el caso de nuestro país, vale la pena pensar en el combate feroz contra Alfonso L. Herrera por parte de Isaac Ochoterena, Fernando Ocaranza y Eliseo Ramírez, que finalmente tomaron el control de la ciencia institucional excluyendo a Herrera y proscribiendo el pensamiento evolucionista. La ciencia no es como la pintan. Existe en este ámbito mucha gente malvada, corrupta y farsante. De ahí la importancia de los estudios socio-antropológicos y psicosociológicos acerca de la ciencia y de la tecnología, algo imprescindible para la historia y los estudios sociales de la ciencia.
El caso del cuestionamiento a la Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación forma parte de una postura reaccionaria que no valora, por ejemplo, la trascendencia de la inclusión de las humanidades en igualdad de circunstancias con las otras áreas del saber. La tecnocracia fue algo confluente con el neoliberalismo y los partidarios del antiguo régimen buscarán atacar cualquier iniciativa de transformación, pero confío que, para su desgracia, esto no lo va a parar nadie. No se trata de desaparecer al CONACyT ni a los centros públicos de investigación, como se publicó en una nota mal intencionada de Proceso. Se trata de una reestructuración en el sistema público de ciencia y tecnología que era necesaria.
El Padre Ubú, en su reino, no tenía investigación científica y tecnológica. Eso no existía, y eso mismo pasó en México durante varios gobiernos, donde el CONACyT era un membrete. Es necesario rectificar eso y meter orden para conducirnos al progreso.
¡Vamos a interrumpir aquí ¡
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
Noviembre 22, 2024 / Por Márcia Batista Ramos
Noviembre 19, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz
Noviembre 19, 2024 / Por Márcia Batista Ramos
Noviembre 15, 2024 / Por Márcia Batista Ramos
Noviembre 12, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz
Noviembre 12, 2024 / Por Márcia Batista Ramos
Noviembre 08, 2024 / Por Fernando Percino
Noviembre 08, 2024 / Por Márcia Batista Ramos