Gorilas en Trova

Avatares de Papá Noel

Avatares de Papá Noel

Diciembre 16, 2022 / Por Maritza Flores Hernández

La Navidad está cerca; sin embargo, para muchos niños y para los papás de los niños, lo más importante es tener buena letra. Por cierto, querido lector, ¿Usted ya escribió su carta a Papá Noel?

Algunos creen que Papá Noel, célebre bajo los nombres de Santa Claus o San Nicolás, es un ser mágico, de anónimo domicilio, que no pasa frío ni sed, ni le falta el dinero; y, para colmo de la buena fortuna, le sobran tiempo y recursos para regalar un juguete a todos los niños del mundo.

En parte, todo eso es auténtico: eso dicen los literatos. Ya se sabe, de ellos nunca se puede dudar: conocen a tal cantidad de personajes de todas las latitudes del infinito que sería imposible tener por verdadero que no hubieran hallado el domicilio de Papá Noel.

Y no es sólo porque les sobre creatividad. No, lo que en realidad ocurre es que algunos de ellos son expertos filólogos, lingüístas y profesores, como John Ronald Reuel Tolkien, mejor conocido como J.R.R.Tolkien, quien gracias a sus cuatro hermosos hijos, John Francis, Michael Hilary, Christopher John y Priscila Anne, traba amistad con el magnífico Papá Noel.

Efectivamente, J.R.R.Tolkien, autor de las no menos épicas novelas El Hobbit y la famosa El Señor de los Anillos, al encontrarse lejos de sus hijos, deja llegar las cartas de Papá Noel con los regalos o hasta el árbol de Navidad. Tarea epistolar iniciada en 1920 y culminada en 1943, cuando la menor de sus hijos, Priscila, cumplió 14 años.

De pequeño, John, el hijo mayor de Tolkien, con frecuencia pregunta, ¿Cómo es Papá Noel? ¿Y su casa, qué forma tiene?

Un día, Papá Noel envía una carta a John:

 

«Hogar de Papá Noel

Polo Norte

1920

 

Querido John:

Me he enterado de que le has preguntado a tu papá cómo soy y dónde vivo. He hecho un autorretrato y he dibujado mi casa. Guarda bien el dibujo. Ahora mismo me marcho a Oxford con el saco lleno de regalos (algunos para ti). Espero llegar a tiempo: esta noche la nieve es muy espesa en el Polo Norte.

Con cariño, Papá Noel.»

 

La letra parece estar influenciada por el movimiento propiciado por su avanzada edad o por la temblorina de cuando se siente un frío intenso. Es natural, si atendemos al remitente: Papá Noel escribe desde el Polo Norte, lugar más bien gélido.

Esa temblorina demostraría que a Papá Noel le afecta el frío o el tiempo, igual que a cualquier otro ser, que no oculta sus emociones ni sensaciones y que desea participar a John y a todos los niños que lean estas cartas de sus vivencias en el lejano punto polar donde está su morada.

Si Usted, querido lector, pudiera entablar correspondencia con Santa Claus o Papá Noel o con el nombre con el le conozca, ¿qué le preguntaría?

Se han dicho tantas cosas de él, de sus duendes, de sus renos; pero poco del lenguaje con el que se comunica.

Claro, alguien podría asegurar: Tolkien lleva ventaja porque, siendo experto filólogo, conoce gran cantidad de idiomas, incluso, en sus novelas, El señor de los anillos y El Hobbit, refiere en más de quince 15 ideolenguas: sindarin, qenya, noldor, etc., con los que hablan elfos, hobbits, orcos, princesas, reyes, héroes y demás personalidades.

De suerte que, si Papá Noel se expresara, por ejemplo, en finés o en “ártico”, para Tolkien no sería ningún esfuerzo hacer la traducción a sus hijos.

Es conveniente hacer la aclaración siguiente: Cartas a Papá Noel está escrita en inglés y ha sido traducida a más de 40 idiomas. En este caso, tomamos la edición de Baillie Tolkien, con la traducción de Ana Mata Buil, e ilustraciones del propio J.R.R. Tolkien.

Desde luego, las “Cartas a Papá Noel”, al estar acompañadas de ilustraciones que explican y complementan las historias relacionadas en ellas, pueden ser leídas por chicos y grandes.

La carta dirigida a John, a la que se hace referencia, viene con un doble dibujo debidamene pintado.

Se trata de un paisaje invernal, con algunos abetos al fondo. En el primer plano, un hombre de luenga barba blanca agitada por la ventisca, vestido de abrigo y capa con capucha roja, ribeteado en blanco, de alguna textura calentita, igual que la túnica corta y blanca que se asoma por debajo, avanza sobre la gruesa capa de nieve.

Calza botas negras, de cañas altas, probablemente se alzan por arriba de las rodillas, y en su hombro izquierdo carga un gran saco blanco, despuntando los juguetes: va de viaje, con la ventisca en su favor.

Esta imagen ocupa un poco más de la mitad de la hoja; en el resto, bajo un fondo estrellado, una vivienda con techo de media esfera, al estilo de un iglú. Blanca como las columnas de hielo sólido que la custodian. Se advierten las escalinatas por las que se asciende para llegar hasta la puerta que no se encuentra cerrada, pues se alcanza a observar los filos de su interior.

Desde esa posición, el lector puede notar el rojo vibrante —como el abrigo de Papá Noel—, iluminando cada rincón. Tonalidad coincidente con la emanada de cada uno de los tres faroles que iluminan la escalinata. El inmueble está en el medio del claro del bosque de abetos, justo donde una curva une las faldas de las dos montañas.

La noche es clara y serena; y la Luna destella sus rayos.

Papá Noel tuvo el cuidado de transmitir no únicamente con letras, sino también haciendo todo un ejercicio visual, invitando a los más pequeños a leer los dibujos hechos por él mismo. De este modo, inicia una conversación con el intérprete de letras y de cualquier otra clase de signos: trazos, marcas, pigmentos, gestos, etc.

Desde luego, los padres de los niños y los niños; y los demás adultos, adolescentes y aprendices de escrituras de todos los lenguajes, podrán solazarse en los múltiples detalles a descubrir en imágenes de apariencia simple y tintes intensos; si bien de paleta breve.

El lector avezado, igual que un niño de imaginación despierta, entenderá fácilmente que el refugio de Papá Noel está abierto a todos. Para entrar no se requiere de invitación alguna. Por eso ni siquiera hay necesidad de tocar la puerta. Ahí reina la paz y la tranquilidad; la policía no existe, su presencia sería inútil.

No todos los mensajes de Papá Noel adjuntan estampas, aunque sí van asociados de la confianza que él tiene en que el chico más grande leerá el texto al más pequeño, y que este pronto sabrá leer sin ayuda; porque él da diversos regalos: juguetes, dulces y fe en las numerosas posibilidades que cada niño alberga en su corazón, incluso sabe que ellos le tienen más comprensión y solidaridad que los adultos.

 

«Casa del Acantilado,

Cima del Mundo, cerca del

Polo Norte

Navidad de 1925

 

Mis queridos chicos:

Este año tengo muchísimo trabajo (sólo de pensarlo la mano me tiembla más que de costumbre) y poco dinero. Lo cierto es que han pasado cosas atroces y se han estropeado algunos de los regalos que tenía listos. Además, no está el Oso Polar para ayudarme y me he visto obligado a mudarme de casa justo antes de Navidad, así que imagínense cómo está todo. Ahora entenderán por qué he cambiado de dirección y por qué les mando una misma carta a los dos.

Ocurrió lo siguiente…

Por cierto, ¿cuándo va a aprender Michael a leer y a escribirme cartas?...»

 

En esta misiva, advierte de su nueva dirección: Casa del Acantilado, Cima del Mundo, cerca del Polo Norte.

Narra las peripecias experimentadas por él y su ayudante, el Oso Polar del Norte, que lo obligan a mudarse a su nuevo domicilio; y el cómo y el por qué se han quedado sin juguetes o sin los suficientes juguetes.

Querido lector, ¿Usted podría imaginar la consternación padecida por este valiente?

Esto es importante: Papá Noel se muestra sujeto a las estrellas, la Luna, al clima, al tiempo, y a las cualidades y temperamento propios y de su buen amigo y fiel ayudante, el Oso Polar, del que poco se dice en otros pasajes.

Redactar con buena letra, no es una de las cualidades de Papá Noel, porque como ya se apuntó, siempre está temblorina, zizagueante; si bien, se le comprende muy bien, igual que al Oso Polar, quien se toma la libertad de poner unas letras a los niños.

Aún con todo y el avance de las tecnologías, caben las preguntas, ¿Los niños de ahora entenderán a Papá Noel?, y ¿los papás de los niños lo comprenderán?

“Cartas a Papá Noel”, relata igualmente los accidentes con otros pobladores con las que convive el protagonista, por ejemplo: los sobrinos del Oso Polar, Paksu y Valkotukka; el elfo Iblbereth y otros elfos blancos; muñecos de nieve; gnomos rojos; osos de las cavernas.

Todos y cada uno contribuyen a contar la historia de Papá Noel en su cotidianidad y en Navidad.

Hay algo asombroso y audaz en Papá Noel, permanece en tierras lejanas, rodeado de seres desconocidos para los humanos; habitando lenguajes comprensibles por los niños, donde a pesar de los copiosos matices blancos y oscuros saltan con emoción los rojos esplendorosos, símbolo del amor más espirirtual posible, y la deslumbrante luz del cielo patentada por la Luna y las estrellas, signos inequívocos de que todos habitamos el mismo universo.

J.R.R.Tolkien, nacido el 3 de enero de 1892, en Bloemfontein, capital del antiguo Estado Libre de Orange, hoy provincia de Sudáfrica, y por lo tanto ciudadano del Reino Unido, donde murió en Dorset, el 2 de septiembre de 1973, al dejar pasar estas cartas, dota de la inmejorable oportunidad para hermosear la letra, animarse a dibujar, a colorear y a tener esperanza en el futuro y en la infancia presente.

Por mi parte, si hubiera la ocasión, a Papá Noel le preguntaría: después de leer las cartas de los niños, ¿qué haces con ellas?

Como siempre, Usted, querido lector, tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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