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Raúl Mora, maestro del grabado

Raúl Mora, maestro del grabado

Mayo 13, 2022 / Por Maritza Flores Hernández

Foto portada: Raúl Mora, maestro grabador. Foto de la autora.

Conversamos con Raúl Mora, maestro en artes gráficas, sobre los artistas plásticos, el grabado digital y cómo las artes confluyen en el devenir de Puebla y el mundo.

—¿Cómo nace en ti la idea de dedicarte al grabado?

— Fue a partir de mi entrada a la Escuela Nacional de Artes Plásticas en la ciudad de México, en San Carlos, donde adquirí las primeras nociones de gráfica, con el maestro Alejandro Alvarado. Adolfo Mexiac hizo el diagnóstico: le presenté treinta bocetos y me dijo: “tú no eres para la plástica, sino para el diseño”; pero me quedé en San Carlos y aunque no estudié la carrera de artes plásticas, ahí fueron mis inicios para aprender el oficio del grabado.

El grabado es conocido como el arte del original múltiple. ¿Cuál es la esencia o placer tal vez estético que, como artista, encontraste en el grabado?

—Creo que, al paso del tiempo, uno va viendo las posibilidades, los pros y contras de cada técnica y área.

Para mí, la obra grafica es más democrática porque cualquier persona puede tener acceso, una no rica o una de no muchos recursos incluso, ya que es más económica.

No es lo mismo comprar una pintura de Tamayo de 200 mil o 300 mil pesos, a un grabado de Tamayo, de 10 mil, 15 mil o 20 mil pesos.

Ambos son Tamayo. El grabado, a pesar de su precio, sigue siendo un Tamayo.

Aquí el punto es que la obra gráfica tenga calidad. En esto intervienen los grandes talleres profesionales, donde se producían y se producen obras de alta de calidad.

—¿Cuál fue el primer taller donde tuviste contacto con los grandes maestros de la plástica mexicana?

—Se llamó Kyron Ediciones Gráficas. Andrew Vlady, un norteamericano, llegó a la Ciudad de México, instaló y fundo el taller de Litografía profesional Kyron Ediciones Gráficas. Se les imprimía a Rufino Tamayo, José Luis Cuevas, Francisco Zúñiga, Sebastián Francisco Corzas, Manuel Felguérez y muchos otros.

Ahí empecé a conocer y a aprender, desde un punto de vista profesional, cómo hacer una obra gráfica y a entender la cuestión económica: cuánto puede costar una obra gráfica y cuánto una pintura.

Francisco Zúñiga, en tono de broma, decía: “la obra grafica es como un cheque al portador”. Yo lo entendía así: una obra gráfica significa para el artista obtener el recurso económico casi inmediatamente, a diferencia de la pintura, porque no cualquiera tendrá 200 mil pesos para pagar inmediatamente una obra, pero sí tendrá 5 mil pesos para adquirir un grabado.

—¿El grabado ha logrado penetrar en el gran público?

—Creo que sí se ha avanzado bastante mejor en ciertos lugares, por ejemplo, Guanajuato, Oaxaca —que ha crecido en cuanto al conocimiento y al número de talleres—, San Luis Potosí, Zacatecas; a lo mejor Baja California y Puebla.

Llegué a Puebla en 1977 para echar andar el taller de serigrafía en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), hoy BUAP, no había nada para trabajar. Entonces había pocos talleres de gráfica, eran personales, por ejemplo el de José Lazcarro.

No existía el Museo Taller Erasto Cortés, como tampoco un taller profesional o semiprofesional. De esa fecha, o de los 80 del siglo pasado (XX) a esta fecha, ya habrá como unos 10 talleres con diferentes características, formatos y objetivos. Yo creo que se ha avanzado, lentamente, pero se ha avanzado.

Portada del catálogo del taller “Aguamanta”. Foto de la autora.

—Uno de tus propósitos ha sido difundir las artes gráficas…

 —Sí, de entrada desde la BUAP, donde me encomendaron además el diseño de los carteles en serigrafía. Antes la universidad mandaba a hacer los carteles y la publicidad en un offset barato. Al hacerlos en serigrafía, se le dio un sentido estético, además de que se ganaban posibilidades, colores más fuertes, firmes. Se le dio a la difusión de los eventos de la institución otra calidad y sentido gráfico.

Después de dar clases en el taller de serigrafía, contacté a dos grandes diseñadores: al venezolano Santiago Pol y al gran artista cubano Antonio Pérez González, (Ñico), para que vinieran a dar talleres de cartel en la Universidad.

Además, he dado clases de artes gráfica en la BUAP y en la UDLA.

Durante mucho tiempo las ilustraciones en libros, cajas y otros objetos eran competencia exclusiva de los grabadores y artistas plásticos. Actualmente parece que los diseñadores se han apoderado de este campo. En este sentido, ¿el diseño gráfico ha superado a las artes visuales y al grabado?

—Antes podía decirse que un artista plástico era quien diseñaba e ilustraba libros y otros objetos, hasta cajetillas de cigarros. A partir de los setenta u ochenta del siglo XX, cuando empezaron a surgir las escuelas de diseño gráfico, ocurre la especialización en el diseño: diseño de libros, diseño editorial, gráfico, ilustración. Los que se dedican a las artes gráficas también se van enfocando más.

Pero una cosa no está peleada con la otra, porque esto no significa que un pintor no haga grabado o escultura. Al contrario, lo sigue haciendo y aprovecha los medios actuales y hace documentales, videoarte, performance. Por ejemplo, ahorita la maestra poblana Mónica Muñoz Cid está exhibiendo gráfica y arte sonoro en el Complejo Cultural Los Pinos, en la Ciudad de México. Las disciplinas se mezclan, no se pueden separar unas de otras. Todo confluye porque al fin y al cabo son técnicas, oficios o actividades artísticas que convergen. Esto es natural: por las mismas circunstancias de la vida, las culturas y generaciones van modificando todo, para bien o para mal. En alguna no estoy de acuerdo.

¿Con cuál no estarías de acuerdo?

—Con algunas instalaciones o performance no coincido. Pero no quiere decir que yo las censure. Para eso no soy nadie, al contrario, qué bueno que lo estén haciendo, siempre y cuando tengan un sostén, un argumento político, ideológico, un por qué y para qué lo están haciendo.

—¿Cuál sería la diferencia entre un grabado y un póster?

—El grabado es original, es un original múltiple. Se trata de una placa que se reproduce en 10 o 50 ejemplares hechos de manera manual por el artista o por el taller profesional. Este grabado o serie de litografías, o de serigrafías, va numerado y firmado por el artista mismo. Por eso son originales.

Por otra parte, tenemos a la reproducción, como un póster. Es una copia obtenida por medios fotomecánicos o digitales. Puede ser de cualquier artista, reconocido o no, y la pueden vender en cualquier tienda, incluso en tiendas departamentales, a un precio muy económico. Pero es una copia de la fotografía de la obra original, no es un grabado. No viene firmada ni numerada; no es un original de ninguna manera. Esta reproducción tiene poco valor económico y carece de valor artístico. En cambio, la obra gráfica original (grabado, litografía, serigrafía) sí tiene un valor como obra de arte.

¿Un maestro grabador, como tú, se apropia estéticamente de la obra que va a grabar? 

—Sí, pero eso depende de cada individuo. Yo digo muchas veces, ¿tienes algo que decir? Si tienes algo que decir y eres buen escritor, hazlo con la escritura. Si eres músico, con la música. Si eres pintor, con la pintura. Todas son herramientas.

En mi caso, mi única herramienta para expresarme y decir algo íntimo, social, político, económico, es la gráfica. Un ejemplo: diseñar un cartel como los que creé para la BUAP, donde muchas veces se requirió de saber o aprender medianamente de todo: economía, política, etc., para poder crear.

Ahora estoy haciendo algo más íntimo en el grabado, algo que comenzó con la pandemia, con el estar en casa, con mis flores. Se trata de una serie que se llama “flores negras”. ¿Por qué negras? Porque a lo mejor es el estado de ánimo.

Cada artista, cada autor, hace sus cosas de acuerdo a su ideología y conceptos, porque tiene necesidad de decir y hacer algo.

—¿Qué opinas del grabado digital?

—Es válido. Las nuevas tecnologías, todas, son válidas, pero siempre y cuando le digamos al consumidor que esto es gráfica digital.

Has grabado a Rufino Tamayo, Manuel Felguérez, Francisco Corzas, Francisco Zúñiga, José Luis Cuevas, entre otros, ¿con cuál de todos estos artistas o incluso uno que no hayas mencionado te sentiste más cercano?

—Ese es otro tema. Fue con Francisco Corzas. Porque con Corzas hubo mayor camaradería de trabajo. Él lo arropaba a uno, para que existiera esa confianza.

Tamayo infundía respeto y seriedad, y exigía, no diciéndonos sino con su presencia. Había un respeto, un protocolo a seguir de maestro y ayudantes.

Con Cuevas, igual. Un poco más relajado. Ocurría lo mismo con Francisco Zúñiga. Eran figuras con las que, uno como joven inexperto, guardaba la distancia.

Hubo muchos otros artistas con los que existió la camaradería, y luego nos hicimos amigos.

En Puebla, con los máximos exponentes poblanos hay una cierta camaradería para trabajar.

Los talleres de gráfica son un trabajo conjunto, no un trabajo individual. Es un trabajo de equipo. Tanto el artista como el impresor tenemos que caminar de la misma manera para que salga la obra deseada.

—¿Qué te gustaría que pasara con el grabado los próximos años?

—Que se siga difundiendo. Los jóvenes están haciendo su labor. Mi única queja, podríamos decirlo así, es que en Puebla, estando tan cerca de la ciudad de México, vayamos tan lentos, a diferencia de Oaxaca, donde los talleres y la investigación florece a pesar de estar más retirado. También los talleres florecen en Guanajuato y Zacatecas.

Puebla fue la cuarta ciudad, en lo que hoy es Latinoamérica, donde se instauró la imprenta. Era para que hubiera un auge, pero no.

Sí hay investigación, pero poca. Apenas me entrevistaron en Artes Visuales, la maestra María Jiménez Melo sobre el tema, y la maestra Aurora Roldán hizo una investigación sobre la gráfica en la ciudad de Puebla. Es una tesis de maestría que abarca los años ochenta.

Personalmente, mi objetivo es seguir con mi trabajo en mi taller de artes gráficas “Aguamanta”. Éste me va dando las expectativas para ir haciendo lo que estoy haciendo. Me da gusto, por ejemplo, que algunos alumnos que tuve ya tienen sus imprentas; que alguno recurre a uno para orientarlo sobre tal o cual cosa. Significa que se acuerdan de uno.

Nos despedimos del maestro grabador Raúl Mora, sabiendo que lo esperan artistas y alumnos en busca de sus consejos.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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