Ensayo

Jesús Bonilla, el lector desobediente

Jesús Bonilla, el lector desobediente

Mayo 15, 2021 / Por Gregorio Cervantes Mejía

Hay amigos que nos dejan en la orfandad.

Se van de repente, sin ninguna señal previa de su próxima partida. Y el mundo, de pronto, está incompleto.

Recibí la noticia de la muerte de Jesús Bonilla mientras caminaba por un pasillo del supermercado. Y lo cotidiano se fractura, casi sin darnos cuenta.

Uno termina de hacer la compra de la semana de manera mecánica. Paga y vuelve a casa buscando explicaciones.

Y no hay explicaciones, al menos por ahora. Como ocurre siempre en estos trances.

En medio de esta búsqueda llegan las últimas conversaciones. La pandemia había reducido (como en muchos casos) nuestra relación a un intercambio de mensajes de texto y llamadas telefónicas esporádicas.

Ahora reviso y descubro que hacía un mes habíamos publicado su última colaboración en “Consultario”, el suplemento de e-consulta que él fundó seis años atrás (si la memoria no me falla) y que, por motivos de salud, me había traspasado a mediados del 2020.

Bonilla, Chucho, había impulsado este suplemento con el mismo espíritu que de otros proyectos suyos de difusión: dar espacio a nuevos autores. A la manera de un cazador de talentos, Bonilla buscaba siempre dar a conocer autores jóvenes o poco conocidos, brindarles una plataforma para empezar a publicar sus textos.

Esa generosidad suya también estaba presente en los talleres de Ensayo que impartió (en la desaparecida Casa del Escritor, en la Secretaría de Cultura, en el Complejo Cultural Universitario). Le interesaba que sus alumnos dieran a conocer sus primeros trabajos, pero procuraba, si estaba en sus posibilidades, apoyarlos en su trayectoria.

 

Pero Consultario no fue sólo una plataforma para autores nuevos. También tenía la impronta de sus intereses y preocupaciones intelectuales. Estaba presente también ahí el lector riguroso empeñado en una búsqueda muy personal.

“Elogio de Baudelaire” fue su última colaboración. Cerró el texto con una cita del poeta que en este momento me parece premonitoria: “Habría que añadir dos derechos a la lista de los derechos del hombre: el derecho al desorden y el derecho a marcharse.”

Hablamos largo rato la última vez sobre la posibilidad de escribir una serie de ensayos sobre Baudelaire, justamente a partir de esta última colaboración. Me habló de su deseo de escribir sobre la relación de Baudelaire con la música, de las lecturas simplistas que se han hecho sobre su obra en general (y en específico sobre Los paraísos artificiales)…

Hace algunos años, Juan Carlos Maldonado, fundador y director de la editorial Alción, me dijo: “un buen lector es obediente, pero el mejor lector es desobediente”.

Jesús Bonilla pertenecía a esta segunda clase: fue siempre un lector desobediente: receloso de las lecturas y temas de moda, de las interpretaciones a la ligera, de las explicaciones fáciles. Tal vez por eso mismo, su obra fue escasa: apenas un libro publicado: La jaula invisible, dentro de la colección Asteriscos, de la entonces Dirección de Fomento Editorial de la BUAP.

Lo conocí a principios de los años noventa. En ese entonces, él coordinaba —junto con Ismael Ledesma Mateos— un suplemento llamado Tiempos de Reflexión, dentro del diario La Opinión (un periódico pequeño, de circulación reducida, pero que le permitía a Bonilla, supongo, la libertad editorial que los periódicos de mayor circulación de la época no le habrían permitido).

Durante un par de años, colaboré de manera regular en ese suplemento. Bonilla tuvo no sólo la generosidad de darme ese espacio en las páginas del suplemento, sino también de sugerirme lecturas y, en su momento, de llevar un cuento que le propuse a la revista Crítica porque (fueron sus palabras) “es un cuento que no merece estar en Tiempos de Reflexión).

Más allá de esta anécdota, la aportación de Bonilla fue mucho mayor: en esos ya lejanos noventa, me dio a conocer a Roberto Calasso, Alfred Jarry, Thomas Bernhard, Robert Graves, Mircea Eliade…

 

Entre Tiempos de Reflexión y Consultario, Bonilla impulsó otros proyectos editoriales: las revistas Moción!, desde la Cámara de Diputados federal, que surgió como una publicación interna del Poder Legislativo en la cual se incluyeron, además de textos relacionados con los debates legislativos y políticos, textos de carácter histórico y literario. Y más tarde, la revista Erinias, revista de psicología, psicoanálisis y cultura, con apoyo de la Escuela Libre de Psicología.

En sentido estricto, su obra abarca también estas publicaciones, donde se puede encontrar la misma línea de pensamiento y el mismo espíritu de La jaula invisible, sostenidas muchas veces a fuerza de voluntad, ante las viscisitudes que afectan a la mayoría de las publicaciones culturales.

Jesús Bonilla, visto durante alguna época como el único ensayista activo en la ciudad de Puebla, fue amigo muy cercano de Alejandro Meneses. A semejanza suya, su muerte también nos tomó por sorpresa, nos deja interrogantes (¿qué muerte no lo hace, realmente?) y también la sensación de que se quedó una obra inconclusa.

Ahora los imagino a ambos, sentados a la mesa de un bar (si existe un más allá debe tener bares en servicio, o no valdrá la pena el viaje), riendo y bromeando. Y seguramente Meneses estará repitiéndole una frase que le escuché decirle alguna vez, en medio de una de aquellas parrandas: “los héroes visten de rojo, Bonilla, todos los héroes visten de rojo”.

Gregorio Cervantes Mejía

Gregorio Cervantes Mejía
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