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Colegas, el trabajo de edición, la “S” de la UNESCO y Estudios Culturales de la Ciencia

Colegas, el trabajo de edición, la “S” de la UNESCO y Estudios Culturales de la Ciencia

Diciembre 17, 2021 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: La Doctora Vassiliki Betty Smocovitis en compañía de los historiadores de la ciencia Garland Allen y Kim Kleinman durante un encuentro de la History of Science Society en San Diego California, 2012. Todas las fotografías de este texto son cortesía de la entrevistada.

 

 

Una entrevista con Vassiliki Betty Smocovitis. Parte 3

 

La doctora Vassiliki Betty Smocovitis es profesora de Historia de la Ciencia en los departamentos de Biología e Historia en la Universidad de Florida, Estados Unidos. Obtuvo un doctorado en Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Cornell, en Nueva York (para una lectura más detallada se sugiere la lectura de las dos entregas previas de la entrevista con la Dra. Smocovitis: CTS, “Un largo viaje, el surgimiento de un interés y tres mentores” y “Con destino a Florida, la Síntesis y George Ledyard Stebbins”).

En 1992 publicó el artículo “Unifying Biology: the Evolutionary Synthesis and Evolutionary Biology” —que es una lectura de referencia en la formación de cualquier biólogo—, trabajo que extendió posteriormente en su libro del mismo título publicado en 1996. Ha publicado artículos y reseñas en prestigiadas revistas especializadas e impartido diversas conferencias en diferentes países y universidades alrededor del mundo, además de ser una investigadora interesada en los Estudios Sociales de la Ciencia.

 

(Con Scott Gilbert y Susan Lindee en Swathmore College, abril de 2009.)

 

—Además de Ernst Mayr, con quien tuviste estrecha relación, he notado fotografías en las que estás junto a otros colegas como Scott Gilbert y Peter Bowler. ¿Cómo llegaste a conocerlos?

—Conocí a Scott Gilbert en un encuentro de la International Society for the History, Philosophy, and Social Studies of Biology (ISHPSSB) en London, Ontario. Realmente hice empatía con él porque ha sido un biólogo que ha hecho un excelente trabajo, además de muy creativo en Estudios Culturales y en Historia Política de la Biología, que encuentro fascinante. No estoy muy segura sobre cuando conocí a Peter Bowler, pero recuerdo haber leído su libro El Eclipse de Darwinismo[1] en la biblioteca Olin de la Universidad de Cornell. Aquel libro era uno de los ejemplares que ocupaban un lugar en mi cubículo. Él fue muy influyente en la segunda mitad de la década de los años ochenta, además de ser menos técnico, más accesible y sintético en general que William Provine. Will, por supuesto, era la autoridad indiscutida en alta tecnicidad y fidelidad histórica de las ideas, pero Peter me orientó a hacer preguntas sobre cuestiones más históricas que me ayudaron a contextualizar el trabajo de Will, al menos como lo recuerdo en aquel tiempo. Tanto Scott como Peter se volvieron muy buenos amigos míos.

(Con Ernst Mayr en 1996.)

 

En cuanto a Ernst Mayr, me gustaría compartir algo más. Él pasó cada primavera en Florida conmigo entre su nonagésimo aniversario y alrededor del 2001-2002, cuando dejó de viajar largas distancias. Él solía pasar los inviernos en Panamá, pero después de 1994 cambió su destino a Florida tras la muerte de su esposa Margarete “Gretel” Simon. Ernst obtuvo un nombramiento en el Colegio Rollins, una institución educativa de carácter privado ubicado en Winter Park, que forma parte del condado de Orange, donde un viejo amigo suyo, editor de la revista Zygon,[2] le ayudó a alojarse allí en los inviernos y primaveras. Por mi parte, conducía los meses de febrero de cada año para pasar por él y le daba alojamiento en un dormitorio libre que yo tenía disponible por cerca de dos semanas cada año.

Ernst dio varios seminarios en la Universidad de Florida, trabajaba con mis estudiantes o leía mi trabajo. También hicimos juntos muchos viajes de campo por todo el norte de Florida observando aves, ¿Qué otra cosa más podía ser?, pues, como es bien conocido en el medio, era alguien interesado en el estudio de las aves. Él, por su parte, compartió todo tipo de información personal conmigo, acerca de otros biólogos, sus pensamientos, cosas que le pasaron, por lo que probablemente conozco tanto de Ernst Mayr como de George Ledyard Stebbins. De hecho, uno de mis mejores recuerdos que tengo es el de ambos chismorreando el uno del otro. Ernst diría: “Resulta imposible trabajar con él (Stebbins), totalmente irracional, todo es siempre acerca de él, etcétera”, y luego Ledyard, cruzando los brazos detrás y dirigiéndose con cierto enfado hacia mí, replicaría: “No me sorprendería que Ernst fuera un republicano”, queriendo decir que Ernst era muy conservador y convencional. Fue realmente divertido, pero también muy ilustrativo, comprender las relaciones personales entre estos dos arquitectos de la Síntesis. Entre muchas cosas, por ejemplo, recuerdo que ambos externaron su disgusto sobre Julian Huxley, al que consideraban muy superficial, así como también con George Gaylord Simpson.

Quizá la mejor parte, desde mi punto de vista, fue tener la oportunidad de trabajar con Ernst en una atmósfera casual en la mesa durante el desayuno. Los dos vestíamos piyamas por la mañana cuando hacíamos nuestro mejor esfuerzo ¿Cuántos historiadores pueden conseguir hacer su investigación biográfica en torno a una famosa figura viviente, conocido como el “Darwin del siglo XX”, en piyama?

En 1994, durante una entrevista, expresé que Ernst “era el Darwin del siglo veinte, defensor de la verdad”. Después de eso, tuve un aluvión de llamadas y mensajes en mi oficina y en internet de parte de evolucionistas que combatían el creacionismo, porque no les agradó la segunda referencia, es decir, referirme a Ernst como “defensor de la verdad”. Les he explicado, que tuve una educación imperial británica, sabiendo que “Defensor de la Verdad” hace referencia a aquellos monarcas de Inglaterra que sentían que poseían el “Derecho divino de los reyes”. Esa descripción, considero, encajaba a la perfección con la personalidad y actitud de Ernst, pero a pesar de ello aún sigue molestándoles.

—Al haber trabajado también como editora, ¿cómo puedes describir tu labor y las experiencias que has tenido en publicaciones o revistas como Isis, Endeavor, Journal of the History of Biology, entre otras?

—Disfruto leyendo manuscritos y ayudar a darles forma. He estado en varios consejos editoriales, así como editado brevemente series propias. Cuando miro un artículo o libro terminado siento una enorme satisfacción. Siempre establezco una analogía entre mi labor como editora y el de una partera, es decir, ayudar a entregar el producto. Pero es un trabajo de compromiso y entera seriedad que usualmente carece de reconocimiento institucional y desearía, desde mi punto de vista, que fuese más recompensado como tal. Identifico a este tipo de trabajo como “oculto”, es decir, que no se menciona en la enseñanza o la investigación, que son más fáciles de notar o rastrear. Pienso que mucho de nuestro trabajo en lectura, revisión, o el auxilio que se presta a estudiantes de enseñanza media, en la realidad de la vida académica de hoy, permanece “invisible”, especialmente aquel realizado por mujeres.

Otra de las actividades que disfruto son los encuentros con los integrantes de los consejos editoriales, pues aunque ellos no realicen todas las funciones y trabajo técnico involucrado y las expectativas son diferentes en cada publicación o revista, cuando nos reunimos por ejemplo en Isis, en Endeavor o en History of Science, es muy excitante porque puedes notar el nivel de experiencia de otros editores. Por supuesto, puedes venir con ideas y políticas nuevas o diferentes y quizá darle forma a un tópico entero a lo largo de estos encuentros. De manera general, desearía que más gente hablara o pensara acerca de la naturaleza del trabajo editorial de este tipo.

—De manera reciente, escribí brevemente sobre Julian Huxley y el servicio que prestó en la UNESCO.[3] En uno de tus artículos,[4] llamó mi atención la mención que hiciste sobre él en este sentido, pero también sobre el bioquímico inglés Joseph Needham, que junto a Huxley jugó un papel en la inclusión de la palabra “Ciencia” en aquella organización internacional. ¿Puedes compartir un poco más acerca de esta iniciativa que encabezaron?

—Considero que necesitamos trabajar más sobre Joseph Needham en Historia de la Biología porque es una figura interesante debido a sus experiencias políticas y la manera en que las conjuntó con la ciencia. Huxley estaba más en sintonía con las relaciones públicas, los medios de comunicación y escribía mucho más, pero pienso que Needham probablemente hacía mejor ciencia y tenía una enorme influencia, aunque no tan popular en el sentido de Huxley. No estoy segura de que fuese una casualidad. Es un hecho que Needham trabajó con Huxley en el intento de remodelar el orden mundial tras la culminación de la Segunda Guerra, que ellos pensaban estar construyendo; es decir, la ciencia como solucionadora de los problemas sociales. Tanto Needham como Huxley poseían el celo proselitista del humanista secular; es decir, de librar al mundo de la religión convencional y reemplazarla con la ciencia, que era un objetivo deseado por ambos. Así que cuando Huxley adquirió el poder de tomar e impulsar decisiones en las Naciones Unidas, pienso que puso en acción lo que pensaba y compartía con Needham, de ahí la inserción de la “S” de Ciencia (en inglés Science) en la UNESCO. Esto siempre lo he visto como parte del “cientificismo”[5] que recorría los círculos intelectuales durante aquella realidad posbélica.

—¿Por qué es importante promover los estudios históricos y culturales de la ciencia y la tecnología?

—Pienso que es importante porque la ciencia está en todas partes y no solamente al dar forma a políticas, en la medicina, en la aplicación de técnicas o uso de la tecnología, sino en las diferentes maneras en las que nos definimos a nosotros mismos, en lo que pensamos, en lo que creemos y en lo que sabemos. Debemos estar alerta ante ello, porque la ciencia al mismo tiempo es generadora de un montón de problemas que enfrentamos hoy, pero probablemente sea también nuestra mejor solución para enfrentarlos. Apenas hemos cobrado conciencia de esto, y debemos de evitar, a la vez, el cientificismo peligroso e insidioso. Puedo celebrar la ciencia, pero también sé que es peligrosa si no se permite que se acompañe y se produzca sin una mirada humanística. La historia de la ciencia nos ha enseñado acerca de la eugenesia y las armas de destrucción masiva pero también de las dimensiones positivas de la ciencia y la tecnología. Es aquí donde los historiadores y estudiantes de la cultura pueden y deben jugar un papel activo

—¿Qué se puede aprender mutuamente entre el periodismo de ciencia y los estudios sociales de ciencia hoy en día?

—¿Te refieres a lo producido por escritores que abordan temas sobre Ciencia cuando te refieres a periodismo? Podemos aprender bastante, pero lo que realmente me gustaría es que más historiadores de la ciencia y estudiantes de los estudios culturales de la ciencia se involucraran más escribiendo en blogs. Pienso que enfrentamos un serio y relevante desafío. Nuestro trabajo se está volviendo muy obscuro, envuelto en disputas académicas. Por mi parte, me encantan los debates historiográficos y largos pies de nota y citas dirigidos a expertos, pero también considero que debemos alcanzar audiencias más amplias. Como profesora, le doy la bienvenida a estos retos en mi salón de clases, tratando de encontrar maneras de “bajar lo que hacemos a la tierra”. También quisiera llegar e interesar a diferentes audiencias sobre los estudios sociales de la ciencia. La ciencia está en todas partes, y se hace presente especialmente en una disciplina como Evolución.

Entre 2008 y 2009 fui invitada a realizar una gira a través de los Estados Unidos y visitar alrededor de nueve colegios y universidades como académica visitante por parte de la Sociedad Phi Beta Kappa. Como parte de esta gira, tuve que dar una conferencia pública donde los asistentes no solo eran estudiantes o académicos sino ciudadanos de a pie. Mi conferencia fue anunciada en la radio, la televisión y los periódicos locales. Así que tuve que elaborarla de tal manera, que tuviera que hacer notar la importancia de la Evolución y de Darwin, que se consideraban en aquellos años (al menos en Estados Unidos) como muy controversiales. Así que elegí hablar sobre música, teatro y todo tipo de producciones populares.[6]

A lo largo de mi presentación de una hora, argumenté que Darwin y su teoría podían encontrarse literalmente en cualquier lugar, en viejos cilindros de cera que servían para reproducir grabaciones de sonido, en antiguas partituras, impresionantes representaciones visuales que acompañaban a las producciones musicales, etcétera. Mi audiencia, simplemente quedó encantada por que los llevó a pensar en cómo la ciencia y la cultura popular se entrecruzan, además de que la ciencia se encuentra embebida en un contexto histórico y cultural. Por otra parte, esta manera de presentarla permitió también neutralizar a las audiencias estadounidenses más propensas al conservadurismo, que pensaban que Darwin y la Evolución eran “controvertidos”, mostrándoles qué tan frecuentemente aparecen o se les alude en musicales, en el Rock & Roll, en el teatro, presentaciones en las que se mezclan trucos de magia, acrobacias, comedia, baile, música y animales entrenados conocidos en Estados Unidos bajo el nombre de “vaudeville” (incluidos aquellos llamados “minstrel” que eran un género teatral racista típicamente estadounidense que cobró popularidad en la segunda mitad del siglo XIX, que estaban ligados o relacionados con temas de evolución, clase social y género).

Fue muy exitosa la manera de trasladar el poder explicativo de la Evolución y la manera en la que refleja nuestras más profundas preocupaciones existenciales, que usualmente no se expresan de manera directa, observando en cómo aquello está escondido pero expuesto en una expresión cultural insospechada de manera tan productiva y útil, así como divertida. Así que sí, pienso que los académicos que abordan temas de Evolución y Biología pueden y deben inmiscuirse en llegar a audiencias más amplias valiéndose de recursos ingeniosos. Esta es una de las cosas que los estudios sociales de la ciencia pueden enseñarnos, en cómo la ciencia está incluso presente en las distintas formas de estimulante entretenimiento.

 

 

[1] Peter Bowler, The Eclipse of Darwinism: Anti-Darwinian Evolution Theories in the Decades around 1900, The Johns Hopkins University Press, 1983.

[2] Tal vez se alude a la revista Zygon, sobre religión y ciencia.

[3] Véase: “CTS, Julian Huxley, el primer director de la UNESCO”.

[4] Vassiliki Betty Smocovitis, “The unifying visión: Julian Huxley, evolutionary humanism and the evolutionary synthesis” en Pursuing the Unit of Science: Ideology ans Scientific Practice Between the Great War and the Cold War, Routledge, 2017.

[5] Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas.

[6] Vassiliki Betty Smocovitis, “Singing His Praises. Darwin and His Theory in Song and Musical Production” en Isis, 2009.

 

 

Alejandro Hernández Daniel

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